domingo, 9 de marzo de 2008

CAMBIAMOS Y LA PERSONA QUE FUIMOS YA NO LO SOMOS MÁS

A medida que pasa el tiempo y nosotros con él, y a lo largo de nuestras vidas, van quedando por el camino amores, amistades, compañeros de trabajo, relaciones familiares sin que por ello signifique que hayan muerto físicamente. Una y otra vez nos hacemos la pregunta ¿cómo es posible que ello ocurra? ¿qué pasó con el cariño que nos unió un determinado momento? Y no se encuentra respuesta, sino que va produciéndose así como si se tratase de un viaje en tren en el que hay estaciones y unos y otros van subiendo a nuestro tren y se apean en sus propias estaciones. Y puede que así seamos también nosotros para los demás, un viajero que se sube al tren de otro hasta la estación en que sabe que tiene que apearse. Pero, ¿cómo se sabe dónde hay que apearse? Y ¿qué es lo que, en nuestro interior, decide al final del compañero del viaje?

Puede que tan sólo seamos transeúntes unos de otros. Tal vez los caminos se entrecrucen por breves o largos momentos, momentos en los que cada cual necesita al otro para algo, aunque sea tan sólo para amarlo o sentirse amado. Y ¿cómo saber quien es la persona que debe estar en estos caminos? ¿cómo saber cuando y por qué abandonarán nuestro camino? Sólo nosotros somos dueños de dejar entrar o salir a alguien de nuestros caminos.

Y luego sucede que arrastramos una nostalgia permanente con respecto a lo vivido, y o nos arrepentimos de que hubiera acabado o no volveríamos a ello ni por todo el oro del mundo. Se me ocurre que esas muertes de las situaciones, tal vez sean puertas cerradas a algo vivido, puertas que cerramos sin saber por qué pero que en el fondo ya ha cumplido su objetivo: mantenernos despiertos para llegar a otra parte del recorrido. La persona que fuimos ya no lo somos más.

Se suele decir “se cambia”. Bien, pues sí, se cambia y de tal manera que resulta casi imposible reestablecer las relaciones que ya se han vivido. Existe para ello la prueba de fuego que son los entierros. Se reúne para la despedida de alguien de nuestro entorno más próximo una gran cantidad de personas que habían transitado por nuestras vidas. A la salida del funeral, todo el mundo, sin excepción, forma pequeños corros y se saludan unos a otros con grandes exclamaciones, una de las más frecuentes es “Tenemos que volver a vernos, porque el tiempo pasa muy deprisa”. Como si el alejamiento fuera una cuestión del tiempo. La verdad pura y simple es que después del despido del duelo no suele haber reencuentros posteriores porque el tiempo de la relación ya ha pasado y la verdad es que si hay algo difícil de llevar son esas ceremonias en las que alguien quiere reunir los tiempos de todos como si no hubieran pasado. Es un intento de anulación de lo transcurrido, pero los abismos creados entre nosotros y los transeúntes de nuestras vidas son fruto de las continuas decisiones que vamos tomando día a día en nuestro vivir. En este estado cambiante de nuestro acontecer, un poco de tiempo ya es mucho cambio y con un antiguo amigo perdido en el tiempo y reencontrado después ya no quedan lazos ni causas comunes de las que hablar ni sentido para poder comunicarse. Por eso no dejes que la llama de la amistad se apague, porque la amistad es el intercambio de pensamientos hacia otras personas, que nacen de un impulso por alejarse de la soledad en la que nos sentimos, es un sentimiento que lo tienes siempre y sólo lo aprecias cuando lo pierdes, no lo dejes escapar.
Este es un texto que guardo desde hace mucho tiempo y espero que os haya gustado porque seguro que a todos nos a hace recordar muchas vivencias pasadas, unas mejores que otras, pero al fin y al cabo son "nuestras vivencias", las buenas son las que guardamos como buenos recuerdos, las malas son las que nos hacen aprender.

1 comentario:

silvita dijo...

Hola pase por tu blog y debo decir que me emocione estoy pasando por un olvido largo que me cuesta aun..

Bellas palabras las tuyas

cariños..